La meseta castellana tiene en Soria rincones excepcionales.De los grandes estratos calizos que asientan al páramo afloran los cursos de agua que erosionan la roca formando esta trinchera de vida.
Tomando el camino inferior que parte del puente de los Siete Ojos, se recorre el camino que serpentea junto al cauce que da nombre al lugar y que llega hasta la ermita de San Bartolomé.
Aquí podemos ver una importante colonia de Buitres leonados que en esta época se asoman junto a sus crías volantonas. Abajo, el río se remansa permitiendo que las culebras de collar se soleen sobre los nenúfares. Chopos, pinos silvestres y negrales cuyas semillas alimentan una buena colonia de Rabilargos. Mucho pajarillo y, llamándonos la atención, la abundancia de Colirrojo tizón y el Piquituerto. 
El paseo puede acabar en la ermita de San Bartolomé rodeada de viejos Olmos arrugados por la grafiosis. Lugar de gran energía esotérica y de culto Templario con la romería que se celebra actualmente el mismo día que lo hacían los cátaros.
De vuelta al mundanal ruido debe visitarse el Sabinar de Calatañazor con sus 12 hectáreas de árboles centenarios bien cuidados. Y el mismo pueblo que le da el nombre.
Cuando se dice que Calatañazor (donde Almanzor perdió el tambor) es un pueblo medieval milagrosamente conservado, se dice bien, porque es un milagro que se conserve si nadie ha hecho nada por él. Sobre una roca caliza aislada entre campos de cereal el pueblo amurallado es ahora acogedor. No se puede dejar de visitar la taberna de Victor Ondategui hombre enamorado de su tierra donde los halla, con grata conversación que se aprecia más por el vino y el chorizo que ofrece. El queso es para hombres y el revuelto de hongos, prescindible.
Copyright: Jose Herrero, Maribel Dávila, RamónElosegui, Josema Verdugo...
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